UN
ANIMAL
SE DETIENE
I.
Avanzamos siempre por un terreno que sólo en apariencia conocemos. La intemperie nos rodea, a pesar de los mapas. Subimos hasta la cumbre para descubrir – tarde o temprano – que la montaña está vacía. Entre los vientos, entregados a la distancia, la aparición de una presencia que reluce ante nosotros como lo hacen solo las cosas vivas: el animal. Nos encontramos, entonces, delante de esta imagen: un animal se detiene.
¿Dónde lo hace, bajo qué estrella o qué nube, oculto por qué espesura? Diríamos que el animal ha aparecido ante nosotros para detenerse, para mirarnos con la mezcla del miedo y la proximidad de la bestia. Todos, todas, hemos visto alguna vez el brillo en la pupila de un animal que parece reconocernos. No como dueños, ni como humanos. El animal nos mira como “cosa viva”, amenazante, ajena, presa posible, desconocida hasta cierto punto, peligrosa siempre.
Nos hacemos algunas preguntas: ¿Se detiene porque se cansa? ¿Se detiene desobedeciendo una orden? (Porque deja de sufrir, quizás, con el azote de la fusta, o porque sufre más al dejarse guiar por el dolor). ¿Se detiene porque evalúa nuestra presencia dentro del campo de las presencias que podrían devorarle? ¿O al contrario, porque nuestro cuerpo es una posible fuente de sangre y de vida? Algunos animales, en efecto, se detienen cuando se disponen a cazar. O se detienen cuando se ocultan, o cuando tienen miedo. Algunos se detienen únicamente cuando mueren.
II.
Retrocedemos hasta un enigma más antiguo, antes de continuar: ¿Qué es el animal? Hemos dado por hecho que lo sabemos, que el animal es nada más que una criatura diferente que habita en el afuera. Pero el animal, ha escrito Chantal Maillard, es aquel ser que se aproxima para beber del mundo, para absorber algo que el mundo ofrece, y es su alimento: el poema. El animal – el pájaro – no está lejos de lo que el artista hace cuando se inclina hacia el mundo para tomar una parte y convertirlo en canto. Es también el ser que efectúa sobre su cuerpo la metamorfosis para habitar en la senda de la montaña y salvar la cresta (dijo Zambrano). – O la bestia que se interpone en el camino de un poeta que desciende: en el camino hacia el Infierno de Dante. – Es por último el ave que se rebela contra el movimiento de los pájaros huyendo del frío: somos las aves que se quedan significa, tal vez: somos los animales que miran frente a frente a su final.
El Temporal, octubre de 2025.

